Sometimiento


Un gesto. A él le gusta que te postres. Tal vez porque él también quisiera hacerlo ante ti. Te mira desde un sillón. No te muevas. Sólo debes dejarte mirar. Se levanta. Da vueltas lentamente alrededor tuyo. No, no alces la cabeza. Su presencia, aunque no le veas, es seguridad para ti. En esos paseos en torno a tu cuerpo va trazando círculos concéntricos. Ha partido del extremo donde se hallaba, en un rincón del cuarto. Va aproximándose. Al pasar a tu lado te roza con el bajo del pantalón. Tiene sumo cuidado en no pisarte, pero sientes la superficie fría de su calzado tropezando inconscientemente con tus pies. Contempla también el reflejo de tu postura sobre el suelo. De pronto se queda quieto detrás tuya. Es precavido y no te toca, aunque tú sientes desde tu desnudez un tenue calor que emana de sus piernas próximas. A él le gusta que permanezcas con la cabeza gacha y con las manos sobre los muslos. Te admira. De vez en cuando se detiene. Oyes cómo hace crujir sus nudillos con elegancia. Te observa devotamente. Levanta una mano y traza muy despacio una línea en el aire ejecutando la curvatura de tu espalda, desde la cabeza hasta el coxis. A continuación lo hace en sentido opuesto. No te roza. Pero su mano pasa muy cercana a tu piel, tan cercana que percibes el efluvio de ese movimiento. Desearías incorporarte un poco y sentirla materializada sobre ti. Pero sabes que no debes moverte. A él le satisface tu inmanencia, y está dispuesto a premiar tu sumisa bondad. En uno de sus giros para ante tu cabeza. Disfruta del pelo que cae ocultándote el rostro. Está delante de ti. Ves sus zapatos, la parte baja de sus pantalones. Es precavido y se mantiene a prudente distancia. El placer reside en la observación. Se agacha y sabes que su rostro está ahí delante. Notas cómo huele tus cabellos. Te llega su aliento, incluso comprendes que le asalta cierta agitación que trata de controlar. Luego, se yergue, vuelve a desandar el camino de tu perímetro. Retorna al punto de partida. Pero no se sienta en el sillón. Se agazapa en un vértice oscuro de la estancia, en el suelo. El mensaje está ahí. Te brinda su rol. La habitación es silencio.