Primeros trazos

(Katia Chauseva)


Al fondo casi se desvanece tu cuerpo. Al fondo hay un trasiego de sombras. La tuya y la mía. Allá, en la pared, se reflejan movimientos, los que imaginamos y los que son todavía anhelo. Desde la somnolencia, tus latidos gimen. Vienen y van como adolescentes inquietos que se buscan. Tu cuerpo es transparente. Se baña en la luz. Absorbe lentamente el fuego que emana del mío, que es devastador. Una incandescencia cuyas palabras queman la superficie, pero hacen aflorar el mineral en sus entrañas. En aquel rincón la tarde es turbia y tú te tiendes, esperándome. Cuando llego, tus ojos brillan intensos, febriles, y yo pierdo mi identidad. Me acuesto a tu lado. También mi cuerpo es traslúcido para ti. Nuestros cuerpos no son páginas en blanco, pero hay todavía tantas hojas en las que se puede escribir con nuestras salivas. Te toco la espalda. Escribo en ella. A cada trazo, un pálpito. A cada signo, un temblor. A cada línea, una convulsión. Escribo asegurándome de que mi mano escribe. Me pides que lea la inscripción. Pero ésta acaba de comenzar y aún son los prolegómenos. Pongo mi boca en tu piel, mientras diseño los caracteres del alfabeto que nos une.