El grito



Y si caes, si la cabeza te cuelga, si buscas auxilio para una respiración que te falta, si no ves más que lo que sientes, si la garganta se precipita fuera de tu boca, si el grito, ay, el grito, va diluyéndose en cada esfuerzo por retener la esencia de tu palabra ausente, si la boca no sabe cerrarse si no es para tomar otra boca, si tus manos quieren asirse a la parte de ti misma que vas perdiendo, si tus manos se han soltado de las otras manos para que el sacrificio sea más tuyo, si él te mira desde arriba sin osar interrumpir tu inmersión en la sangre, si él te deja que estés sola en ese instante en que debes estar sola, si él desea caer sobre ti para salvarse del momento postrero en que no quiere perderse solo, si él se extiende sobre tu manto amable de carne y de calor y de saliva para huir del vacío que le pierde, si él espera, si él retiene su propia ascensión hacia la mujer que ama, si ambos sois un pulso donde no hay quien derrote a quien, sino más bien os proclamáis consecutivamente victoriosos, si no hay caída sino para sentir que la tierra está más cerca de vuestros cuerpos, si no hay otro silencio sino esa línea de agitación que se templa, si no hay sino la inmensa fuerza con que os solicitáis a cada instante, si no hay sino su grito desgarrado, y tu grito ahogado entre sus poros, es que ya todo está escrito en vuestra piel, es que ya, casi, lo alcanzáis todo...