Redondez

(Duane Reed)


Te levantas y yo no. Te incorporas y yo me abandono a las sábanas. Podría ser ceguera, pero te reconocería igual. Me ciegas. El calor de la habitación es intenso, pero el nuestro lo es más. El nuestro desplaza a la canícula. Estas horas últimas han sido necesarias para traspasar la frontera del tiempo. Pero no son solamente tiempo. Son instantes. Los instantes no son tiempo. Son escapadas del tiempo. Son creación, como dirías tú. Y ahí encajamos. Ahí nos amoldamos, ambos somos cóncavos y convexos en nuestros encuentros. La naturaleza de los dos. Nosotros la liberamos, la reconducimos, la intercambiamos. Te contemplo mientras te levantas y te apoyas aún en mi cuerpo. Me obsesiono con tu redondez . En el principio de todo fue tu redondez. Cuando aún en tu cuerpo apenas germinaban los signos de la hembra, ya me estabas entregando tu redondez. Y con ella modificabas la órbita de mi mirada, que es tanto como decir de mi deseo. Me estiro entre las sábanas. Tú me despojas momentáneamente de ti mientras te levantas y te diriges a la cocina a beber agua. No sé mirar para otro lado. Estoy ciego.