Al escondite

(Francesca Woodman)


Cuenta hasta diez. O cuenta hasta el infinito. O sólo hasta que te canses. Cuenta mientras me escondo. Al borde de la puerta desde donde me asomo y te miro. Cuenta como si sintieras que mi mirada te acariciase desde los pies hasta el codo que se eleva por encima de tu cabeza. Luego, cuando acabes de contar, tienes que partir a buscarme. Debes escudriñar rincones y muebles, tal vez pasar de una habitación a otra, o subir y bajar escaleras, o acaso encender con temor la luz tibia del trastero, o entrar prudente y asustadiza en el garaje. Cuenta bien y lentamente porque voy a elegir un espacio secreto para ocultarme. No será fácil que des conmigo. Al menos no lo harás pronto. No me verás, pero sentirás mi proximidad. Incluso te dará la impresión de que te rozo. Te costará tanto dar conmigo que me pedirás señales. Es probable que sientas que la falda se te sube. Que un cíngulo de cuero rodea tu cintura. Que tus muslos te abrasan. Que tu blusa se ensancha. Que los tirantes se caen de manera anodina. Que los cabellos se te recogen sin que tú hayas hecho nada. Serán percepciones que te electrizarán. Pensarás que son imaginaciones tuyas. Muy propio de la agitación de la búsqueda. De los movimientos de agacharte o de ponerte de puntillas o de correr por los pasillos. Puede que llegue un momento en que sólo sientas tu piel desnuda. Y un calor invadiendo tu cuerpo. Y un tacto delicado que presiona poco a poco, pero tenazmente, tu carne. Y una humedad saltarina entre tu cuello y tus hombros. Cuenta y vocaliza bien el uno, el dos, el tres, el cuatro...Podemos pasarnos todo el día hasta que me descubras. Podrás pasarte todo el día tratando de descubrirme. Nunca te lo había dicho antes, pero es mi escondite seguro. Si das con él, no saldrás y querrás quedarte allí dentro conmigo para siempre.