Cortejo mutuo

(Anders Petersen)


Desde dónde surgía aquella mujer, qué procedencia misteriosa que aun siendo lejana sin embargo le parecía al hombre que emanaba de su interior, qué estancia prodigiosa formaba ella para él y él abría a ella invitándola a pasar, qué bagaje tan humano venía nutriéndola, qué capacidad de recepción esgrimía él, qué magnetismo producía ella al pasar ante él, qué entrega tan refleja y sincera concedía él a la mujer, y qué trasladaba ella en su leal corazón de fuego para que él percibiera que estaba fundido con el suyo, y qué pensamiento ondeaba que se parecía tanto al suyo, y cómo aprendían a mirar al unísono, aun sin verse, y cómo vibraban en cada consideración, y cómo se escuchaban y cómo se solicitaban a todas horas y cómo se sabían el uno al otro avanzando por aquella frontera imprecisa entre la ausencia y la presencia, y cómo sentían sus cuerpos en la noche profunda y cómo se buscaban y cómo se anhelaban y cómo se saciaban y cómo renacían...