Desnudar la desnudez

(Katia Chausheva)


En vuestra mano está el hacer de la aproximación una ocasión única. Cortejaros con vuestras miradas. No hay símbolo más auténtico que el descubrimiento del Yo en vuestras miradas.

Las palabras no deben expresar sino el justo valor de lo que sentís. No importa su recurrencia, siempre que ambos preciséis de esa recurrencia. No importa la tonalidad grave que en ocasiones adquieran, pero que la gravedad demuestre hondura. No importa su ligereza, puesto que al igual que las caricias las palabras sirven para vencer resistencias. Utilizadlas lúdicamente incluso, pero que respondan a la sacralidad que la atracción os ofrece.

Dejad hablar a la calidez de vuestros cuerpos. Sus vocablos se pronuncian y se escuchan por sentidos distintos. También llegan a la mente. También desembarcan en vuestra voluntad. Alejan la frialdad a la que tienden las almas muertas. Justo esos espectros que vosotros no querríais ser jamás.

El calor de la receptividad. Atentos a abriros, atentos a entregaros. No es una actitud elaborada. Es el triunfo de la espontaneidad que brota desde la estancia más desconocida, pero más deseosa de adquirir conocimiento. Tú con el otro. Un tándem para la eternidad.

Rasgad vuestras entrañas como si desvelárais por vez primera vuestros deseos.

Desnudad la desnudez. Reconoceros y partid desde ella. Acaso os envuelva todavía la memoria del pasado insatisfecho. Acaso os adornen las difusas búsquedas maltrechas que paradójicamente os han situado en este sorprendente punto de encuentro. Y sobre todo tal vez os revista la necesidad que hiere vuestra íntima soledad. Desnudaros para hallaros mutuamente. Sólo la desnudez de lo accesorio os provee para nacer de nuevo al amor.