Sin condiciones

(Alvin Booth)



Poco a poco la mujer va ocupando el vacío del hombre. Su perfil se va convirtiendo en un trazo cada vez más preciso. Y las líneas configuran un texto expectante en la vida de él. A cada actitud suya, él responde con la equivalente. No por formalidad, sino por reflejo. No por condescendencia, sino por identidad. Y en ese juego de miradas, se manifiesta la mano tendida con que el hombre reclama a la mujer. El contorno de brillos y difuminados de ella se proyecta y se va haciendo carne cada día. Se va consolidando como agitación cada noche. También sudor, también aroma, también rumor. Lo que parecía pura evanescencia se aprehende y se forja materia entre dos cuerpos. Ya no queda en mero deseo. Hay algo más. Y el murmullo del coloquio que nace. En las vidas de ambos hay cursos de los que se puede hablar largamente. Pero están sobre todo ellos. Ellos que quieren inaugurar su propia palabra compartida. Sin ignorar las referencias, sin negarlas, sin escatimarlas. Pero desean estar desnudos para habitarse desde cero. Si tienen que inventar un nuevo alfabeto, lo harán. Si tienen que generar una sintaxis diferente, la concretarán. Hay demasiados elementos de vida que se cruzan, como para ignorarlos. Ella lo ocupa a él día a día. Él se rinde sin condiciones.