El sueño

(Elizabeth Opalenik)

Escucho atento tu sueño. El roce de mi mano te amarra tenue. No para impedir que seas, sino para sentirte en cada pulsación de tu cuerpo. Sino para tomar de tu sosiego una brizna necesaria y fresca que me apacigüe. Miro tu postración apacible. Déjate conducir por el vendaval de las fantasías. Puedes agitarte cuanto quieras. Ascender entre las corrientes de aire y caer envuelta en los torbellinos de las aguas. Yo procuraré por ti. Siéntete cometa y despliégate entre los vientos. Bucea entre las especies arcaicas del océano más profundo. Extiéndete como manto sobre la superficie de la tierra. Hazte espiral e introdúceme en él, donde mis acometidas serán también las tuyas, donde tus vuelos envolverán los míos. Arde en las brasas donde se fragua el conocimiento. Bebe de cada manantial que halles por los caminos y dame de tu mano para que nos saciemos los dos. Y en nuestra ebriedad acuosa, naveguemos a través de flujos nunca antes aprehendidos. Apoya tu cabeza sobre mis latidos. Que mi cuerpo irradie su calor sobre tu cuello. Que la luz de mi piel invada la textura de la tuya. Ésta es la hora del apaciguamiento. Otra manera de ser nosotros. Otra forma de fusionarnos. Mis dedos delgados acarician tus ensoñaciones. Tamborilean sobre tus deseos. Respiro profundamente. Quedo atrapado en las redes de tu serenidad.