A favor del viento

(Elizabeth Opalenik)


Con el favor del viento asciendes sobre ti misma. Eolo hecho hombre ejercita su soplo para que te sientas un ángel. Procura tu agitación para que despegues de la monotonía. En esa sacudida te desprovees de la gravedad que te ataba al vacío. Como un remolino, sientes que tu elevación te transforma. Danzas, te expandes, caen las gasas que ocultaban tu libertad interior. Exhibes ante el hombre tu desnudez sugerente. Y los sentidos de él la aprecian. Y él arranca, emprende a su vez el vuelo hacia ti. En ese instante el bucle que trenzas se vincula a sus sentidos. Su pensamiento te roza. Tú le desafías intercambiándole el tuyo. El hombre viento no existe sino para mirarte, para empujar con su aliento el desplazamiento reparador. Entonces, él extiende sus brazos y ambos emergéis como si lo hubierais hecho desde siempre. Estáis aprendiendo. Os estáis aprehendiendo. Porque aprender y aprehender no son verbos que tengan el obstáculo de una letra y signifiquen diferente. La doble conjugación verbal se hace carne en vosotros. Os sabéis habitantes del destino.