La huella

(Lucy Nuzum)


Se acerca a su cama, roza ligeramente las sábanas, palpa la almohada, en la que se advierte la marca de la cabeza de ella, toma algunos cabellos desparramados y los vuelve a dejar, luego se arrodilla y pasa las manos por encima en un movimiento de izquierda a derecha, intentando alisar la sábana, frota las arrugas que el cuerpo de la mujer ha depositado como estratos de materia viva, aprieta con el puño la sábana bajera como si se tratara de un haz de espigas, deja caer su rostro, hunde la nariz, huele el aroma que las horas de su descanso ha depositado en el tejido, abre la boca, lame los restos de sudor, mordisquea la tela y en el paladar se le forma un regusto apetecible y conocido, le llega el miasma grato de una calidez que se apodera de él, entonces cree ver sobre la cama el contorno de la figura de la mujer, extiende sus manos hacia el espectro cuya marca delimita sus sentidos, no soporta permanecer fuera de la cama, se descalza, se desnuda, se extiende boca abajo, calcula el perímetro imaginado de la figura femenina y se derrumba cubriéndolo con su carne, luego se agita, se zarandea, bulle en su sudor, jadea, se sofoca, siente que se rompe, lanza un aullido largo, calla.