Materia

(Dieter Appelt)


El calor nacía de él, y se extendía a través de él, y fundía el elemento líquido de sus venas, y su cuerpo hervía en cada espacio de la piel, de sus vísceras, de sus extremidades, de sus neuronas, y en su inmenso ardor sintió que la tormenta le cercaba, que se cernía sobre él hurtándole la conciencia, desproveyéndole de la voluntad, derribándole en la sima donde las palabras se agotan, donde los susurros se crecen y se tornan quejidos, donde la garganta se rasga y expectora el clamor, y en la plena convulsión que se apoderó de él comprendió sus orígenes, y sintió que no podía detener el desgarro gustoso que le dispersaba, deseando que los tiempos del hielo hubieran desaparecido, y alargó los brazos buscando otras manos que también se dirigían a él, y al asomarse al filo del horizonte en que arriesgaba su propia extinción comprendió que no estaba solo, que el fuego que crecía no era únicamente el suyo, que en el interior de la tormenta también la mujer se prendía, y que era desde ella desde donde llegaba la llama, la llama derramada, la llama erguida, la llama del gemido silencioso, la llama que traduce los deseos en palabras, y las palabras en evocaciones, y entonces el hombre de fuego se sintió de barro se sintió de lágrima se sintió de balbuceo y se hundió en la mujer, y la amó, invocándola a gritos entre la materia incandescente...