Sin resistencia


No es ya la proximidad. Va más allá. Es la profundidad en la que se asienta. Lo sabes. No ofreces resistencia, porque necesitas reconocerte a través de él. Todo lo que en ese preciso momento te vincula tiene rostro, tacto, ternura, sabor y densidad. Al aceptarlo, te aceptas a ti misma. No hay nada que repudies. Incluso pides más. Él responde a tu exigencia, porque te va distinguiendo. Eres la única para él. Y él se manifiesta con exquisitez y búsqueda como el exclusivo para ti. ¿De qué podrías quejarte? Es el comienzo. Abrís vuestras dimensiones para recibiros como nuevos cada mañana o cada tarde o cada noche. Esa precisión temporal carece de importancia. El tiempo sois vosotros. Ponéis hora, lugar y circunstancia cuando os miráis fijamente y las palabras enmudecen en vuestros labios. Porque hay más. Hay la generosidad de acercaros, de esperaros, de permanecer expectantes. Mientras, no te resistes. Y tú eres irresistible para él.