Te alcanzan

(Aira Manna)

Entreabres la boca, como un reflejo de mis palabras. Las palabras se emiten, circulan y luego se alojan en tu cuerpo. Es en tu cuerpo donde adquieren plena carta de naturaleza. Mientras las he expresado, incluso antes, cuando las he pensado de manera vertiginosa o meditada, según, son levedad. Por más fuertes que suenen, por más entidad que aparenten, por más energía que trasladen de mi, no son materia consistente mientras no te alcanzan. Mientras no se alojan en ti. Es entonces cuando comienzan a sedimentar en tu regazo. Cuando acaricias unas, aprehendes otras, separas las más o desechas las que apenas te dicen. Mientras me escuchas, permaneces quieta. Como mucho abres ligeramente los labios. Tienes costumbre de cerrar los ojos. Como si quisieras hacer de tu alma un templo. Los tendones de tu cuello se tensan y la nuca exudora acaloradamente. Las palabras han comenzado a deambular por los pasillos de tu naturaleza. Y de momento, te afectan. Algunas se presentan de improviso, otras se repiten, otras más están pobladas de imágenes, bastantes de ellas de deseo, acaso sólo muy pocas de cordura. Hablo bajo, cadenciosamente, el tono se desliza o comete altibajos que juegan a los dados con tu receptividad. Tras tu rostro de apariencia imperturbable se ha abierto todo tu ser. Nada hay inmóvil dentro de ti, nada permanece ajeno, nada se aparta de mi aproximación. Todo lo contrario. Al son de las palabras que voy depositando en tus manos, te azuza el nerviosismo, te arden las entrañas, se agarrotan tus músculos, expectora tu piel. Y más allá, tu cerebro descarga su electricidad en forma de representaciones, y éstas tratan de abrirse paso entre ese autocontrol que poco a poco vas perdiendo. Justo cuando una o dos palabras que parecen fugaces, pero cuya hondura te traspasa, desprenden un aliento arrebatador que se va deslizando por tu espalda...