El dedo

(Aira Manna)



Me has mandado callar. Apenas he pisado el umbral de la casa, y has saltado de la silla. Has llegado hasta donde yo estoy. Te paras delante. Divides en dos el hermoso arco de tus labios. Tu gesto obra hipnóticamente sobre mi. No puedo dejar de mirar esa parte de tu rostro. Me cuesta no contemplarte en su integridad, como sabes que me gusta. Algo me arrastra como una fijación contra tu actitud. Tal vez el dedo. El dedo que recorta las distancias, que impera, que frena, que acalla, que sugiere, que avisa, que previene, que pide vigilancia, que demora una exclamación, que contiene acaso un clamor. Siento ganas de apartarte el dedo. Siento celos del dedo. Siento pasión por el dedo. Siento que el dedo me plante cara sin consideración. El dedo que recibe tu vaho, que se moja con tu saliva, que se arma con tu aliento, que recoge tus confidencias, que se adelanta al cuerpo al tocar los objetos. No soporto que el dedo segregue en cruz ese doble arco de fuego que lo roza. No vas a decir nada. No vas a permitir que el dedo se interponga. No vas a dejar que el dedo sea un ariete, simplemente porque yo no me resistiré. Vete dejando fuera de la atmósfera de tu boca el dedo. Apártalo antes de que sea tarde. Esa boca sólo es para mi boca. (Has bajado la mano, has dado un paso adelante, pongo mi índice en mis labios y digo: espera)