Sobre ti



Te recoges y descansas sobre tu propio cuerpo. Su cuerpo no está hecho para que tú descanses en él. Su cuerpo es una lanza. Tu cuerpo es el costado donde la lanza mellará tu resistencia. Tal vez su metal no quiebre y entre en ti sin herirte. Tal vez la lanza sea depositada ante tu presencia y allí mismo la rindas. O en ese instante, en que su ataque procure descubrir tus defensas, él te la ofrezca. Entonces tomarás la lanza y la elevarás en señal de triunfo. Sólo es el principio. Él no ha nacido para defenderse, sino para entregarse a ti. Nadie verá tu gesto. Él sí. Él pondrá su mano en la empuñadura de tu mano. Ambos blandiréis la inhiesta arma. Juntos esgrimiréis la pica como un desafío al cielo. Los clarines serán emitidos desde las gargantas que se abren en lo alto de vuestros propios cuerpos. La conquista se reviste como única propuesta. Derribaros de vuestras cabalgaduras. Abandonad el tropel. Empecinaros en llegar al cuerpo a cuerpo. No soltéis la lanza. No pierde quien se desprovee de ella, sino quien la mantenga en solitario. Cara a cara, pecho a pecho, fundiros en el golpe de la audacia. Rasgaros con la punta de saeta cuyo metal saboreáis. Más tarde descansarás sobre ti misma. Darás cobijo en tu regazo al hombre. Soñaréis difíciles victorias. En vuestros labios la saliva retiene la sustancia del deseo.