Absorción

(Connie Imboden)



Sí, es verdad, temblé. Temblé como nunca había temblado. Fui más allá del impulso habitual que siento cuanto entras en mi. Era como progresar en el lenguaje de los sentidos. Pero no eran sólo los sentidos quienes tomaban la iniciativa. Había una identificación en el deseo. Había un percepción de ti que me impregnaba de manera tal que me desbordaba. Me maravillé por ello. Mis sentidos no sabían responder, al modo ordinario, a algo que llegaba con mayor intensidad y hondura. Un clamor, acaso, parido por el silencio. Entonces, me dejé perder. Quería sentirme rendido a ti. Quería hallarme en otra alma. Fue una sensación de fusión. Mejor, un sentimiento de vínculo que no disgregaba mi materia. Sino que crecía y se hacía más sólida. Era como si no respirase. Como si las palabras se disolvieran en los gemidos retenidos. Como si hiciera de mi postración un extenso jadeo, que retornaba al silencio. Me reconocí nuevo. No importaba el esfuerzo. Me reconocí en ti. Tu presencia era evidente, no obstante estuvieras callada y expectante. Sí, temblé, toqué algo más allá de lo habitual. Algo que daba un paso nuevo. El valor de haberlo sentido tenía tu vigor. Tenía tu rostro. Tenía tu nombre.