Espuma

(Ralph Gibson)


En algún lugar ves el mar. En alguna orilla oteas la calma. En algún acantilado tu pensamiento se agita al ritmo del oleaje. Te ofreces a la luz que configura tu cuerpo con la irisación cambiante que las nubes alternas provocan. A veces te dejas caer sobre la arena, bocabajo. La brisa se desliza invisible rodeando tu piel. La atraviesa diagonalmente. Remueve tus cabellos, arrastra arena hacia tus labios, acaricia tus pies, sube por tus rodillas, frota tus muslos, pellizca tus pezones. Un estremecimiento. Desde un espacio protegido de lo más íntimo de ti rescatas una imagen. Entonces me miras, cierras los ojos pero me miras. Yo siento, no obstante la distancia, que me estás mirando, y que esa mirada me reclama, y que esa invocación reparte mi nombre por tu cuerpo. Entonces las letras que llegan con el aire no son sólo dibujos. Son manos, son resuello, son labios, son ingles. También son voces. Voces quedas cuyas palabras dispersas y múltiples adquieren formas incandescentes. Hablan de otra manera. Hablan y tocan. Hablan y se adhieren a la superficie de tu cuerpo. Buscan las rendijas, las entradas a tu ser, los espacios recónditos. Se van quedando poco a poco dentro de ti. Como si se rompiera y se reconstruyese a cada instante, ese fragor se confunde con las olas y con el viento. Y con tu deseo. Su espuma es bravía. Tú la escuchas. Tú me reconoces en ella. Los sonidos entrecortados de las noches resuenan en tus oídos. En algún lugar te rodea la tempestad donde te creces.