Ofertorio

(Francesca Woodman)


Cuando me ofreces unas letras, me aportas alimento. No importa cómo las hayas aderezado. Cualquiera de tus letras me nutren. Pero sobre todo sus significados cómplices. Es como si me dijeras: tómalas, que yo participo de ti. Serán tus escrituras, pero serán sobre todo tus manos. Sin tus manos, ¿cómo podría yo entender el vigor de lo que me dices? Tus manos se abren, invitan, se posan, resguardan, vivifican. Cada movimiento está generando una sintaxis. Yo, como texto, me construyo en función del ejercicio de tus manos. Me asombro, acepto, me dejo palpar, me entrego, me arrojo. Entono el ofertorio con una sacralidad latente que sólo tú y yo reconocemos. Nuestras palabras las engendramos en cada adopción de nosotros. Léeme con tu garganta con la misma firmeza con que me escribes con tus dedos. Revélame con tu mirada la misma cadencia con que contemplas el mar. Estreméceme mientras te instalas en todas las estancias vacías de mi que no he sabido ocupar antes, cuando tú no estabas.